Del buen suceso que el valeroso equipo M16 del Quijote Rugby Club tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura del Antonio Martín de Torrelodones
Discúlpese el atrevimiento de parafrasear al maestro Miguel de Cervantes, inspirador de la aventura que es este humilde club de Rugby nacido en la región más cervantina…
…Pero no hay otra manera posible de comenzar a contar lo ocurrido en el partido del 25 de abril de 2021 en el Antonio Martín de Torrelodones.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Para poner en antecedentes a quienes no están involucrados en el día a día de esta sección M16 del Quijote Rugby Club, decir que se trataba de un partido de la segunda vuelta de la competición y que el resultado en la primera vuelta no vaticinaba nada bueno para los nuestros (derrota 66 a 0).
Por si esto no fuera suficiente, el equipo estaba en cuadro como suele decirse: no contábamos con piezas determinantes; tanto era así que no conseguíamos completar una alineación con 15 jugadores. Con 13 tendría que ser suficiente.
Y vaya si lo fue.
Comenzaba el partido con una fina lluvia que enfriaba aún más los ánimos y el saque de centro de los de amarillo y negro. Recepción segura del equipo visitante que se lanzaba al ataque y poco después perdía la pelota. A partir de aquí, el equipo de La Sagra no tuvo otra que aplicarse en la defensa de un campo que se hacía enorme con dos jugadores menos.
A base de organización, una presión asfixiante, y puro placaje pudieron frenarse los envites locales una y otra vez, que chocaban contra un muro de rayas azules y naranjas.
Seguiría lloviendo de forma cansina todo el encuentro, provocando que los balones cayeran de uno y otro lado, dando lugar a golpes francos donde antes habría habido melés. De esta forma uno y otro equipo aprovechaba los resbalones en los pases del rival para lanzar sus ataques. Aquí es donde empezó a inclinarse la balanza del lado visitante. Mientras que Torrelodones abría a la mano los reinicios del juego, el Quijote se veía obligado a jugar de tal forma que pesara lo menos posible la inferioridad numérica: usaba el pié para ir a defender a campo contrario. Todos los minutos de juego fueron de lucha, con balón se utilizaban los puntos fuertes del equipo, la contundencia de los centros Mauro y Alex, en defensa, salvo algunas impetuosas arrancadas en solitario, se mantuvo la organización, empujando al rival hacia las líneas de fuera (el mejor placador del mundo) impidiendo que avanzara por muchos pases que hiciera. En las fases estáticas magnifico entendimiento entre los guías de los delanteros, Gamero y Marina, con Carlos siempre presto a portar el balón hacia delante, se nota que el equipo confía en su fuerza.
Imperial Hugo en las touches, robando las contrarias en varias ocasiones y ganando las propias. Gran desempeño de Víctor como talonador, que consiguió estrenar su marcador personal con un ensayo.
Increíble la polivalencia de Nico y su capacidad para comprender el juego, cambiando continuamente la posición de segunda línea en formaciones fijas por la de ala en juego abierto, así como la capacidad de sacrificio de los flankers Unax Y Álvaro, duros y siempre preparados para el contacto.
Donde se comienza a fraguar una sociedad de futuro y solvencia es en los medios. El 9 y el 10, Mateo y Gael, no solo jugaron sincronizados y comunicándose, si no que organizaron a todo el equipo y lo mantuvieron compacto. Y qué decir de Borja, impecable en defensa barriendo todo, incisivo y atrevido en ataque y tomando responsabilidades junto con Mauro y Gael.
A todo esto, el resultado final fue 10 a 21 para el Quijote Rugby Club. Una vez más reafirmamos la idea de que no nos importa el resultado, nos importa el desarrollo de los jugadores como tales y como personas, y ese día aprendieron (o eso espero) que el esfuerzo, el sacrificio, el creer en uno mismo, el trabajo en EQUIPO, tienen recompensa.
Este es el único motivo por el que me alegro de la victoria, porque se la merecían.