Relato de las andanzas del XV del Asno allende el Pisuerga y lo que allí aconteció
En la campiña del Pisuerga, a poco más de una legua de Valladolid, que por unos años fue capital del más grande imperio que vieron los tiempos, citáronse los veteranos del oval. Arroyo de la Encomienda era el lugar do habíase de disputar el torneo que los arroyanos, socarrones ellos, dicen geriátrico. Allá trasladóse el XV del Asno, que bien podría decirse el VI del Asno. Que tan menguados íbamos que hubimos de formar compañía con Cáceres, tierra de conquistadores. Y a fe mía que tal es la sangre que alimenta sus venas, pues nunca falta el ánimo a su empeño por hacer hincar la rodilla a cualquiera que sea su rival. Seis equipos en liza: los Retrorrincos de Arroyo, los anfitriones, OldVrac’s y Chamiclassics, de Valladolid, Hortaleza y Liceo, de Madrid, y Cáceres, que como digo había escuadronado con los del Asno.
La primera contienda de cacereños y aliados los encaró con Hortaleza, irreductible aldea sita a una legua de la villa de Madrid. Con juego vertiginoso empezaron los nuestros, que diríase que el mismo Apolo los ayudaba pues tal parecía que hubieran más jugadores que su oponente. Fintas, quiebros, golpes de mano, y toda suerte de estratagemas, acometiendo con apoyos por el lado más desguarnecido del rival, que sin descanso corría del uno al otro flanco.
En un rápido ataque por la banda de estribor la primera marca llegó. Un pisaverde, más ducho en balones redondos que ovalados, que habíase pasado toda la temporada renqueando, aprovechó las fuerzas no gastadas y dio buen fin a una gran embestida de su equipo. Dijo que no se le iría la gloría a la cabeza: “Seguiré rebajándome con esta chusma por ver si toman ejemplo” dijo el hideputa.
Continúo la lid en estos trances. Desbordaban los extremeños una y otra vez. Su rival no acertaba a pasar de su campo y semejaba estar persiguiendo sombras. En estas lograron por segunda vez expugnar la plaza de los matritenses.
Mas vive Dios que éstos no son de los que capitulan si un hálito de vida les queda. Lo suyo es levantarse, escupir el diente y seguir luchando hasta el final. Porfiando sin desfallecer, el cerco rompieron y tornóse la disputa al otro terreno, logrando la primera marca antes que la segunda, como debe hacerse. En la jugada postrera una vigorosa carga pesada equilibró el resultado. El mesmo espíritu mostraron luego contra Chamiclassics, a los que en el último lance igualaron después de penar todo el choque a su merced.
Así las cosas, a cacereños y sanchos no les quedaba otra que vencer o morir frente al temible Chamiclassics, que hallábase en el mismo trance. Y bien que empezó la contienda, con rápidos despliegues de cacereños y sanchos que a los de Valladolid desbordaban hasta que conquistaron su primera marca tras una prodigiosa cabalgada del gran maese Cartucho. No se amilanaron los pucelanos, que golpe a golpe, con paso cerrado y en orden, cual infantería de piqueros coseletes, fueron cercando a su rival. El juez de la lid castigó con ensayo un placaje peligroso de los de Cáceres. Quienes sin tiempo para enmendarse vieron cómo un Ajax redivivo irrumpía de frente y por el centro para adelantar a los suyos.
Mas el diablo, que todo lo enreda, quiso que un bravo vallisoletano cayese herido cuando el duelo a su fin tocaba. Hubo de detenerse el choque luengo rato hasta que los galenos cerioráronse de que a salvo quedaba. Ya los del Pisuerga acabar la disputa propusieron, lo que dábales la victoria. “Ya hablaremos de rendición tras de muertos”, vinieron a responder sus fieros rivales. Pero no hubo tiempo para más, apenas dos minutos, tras los cuales enzarzáronse algunos rivales en cuitas y entuertos que no pasaron a mayores. La mayoría, empero, honor hizo a los valores de este noble deporte y con hidalguía afrontaron el desenlace.
Del tercer partido poco puede decir este cronista, pues anduvo buscando el adminículo que protégele los dientes y jugar no pudo ni apenas verlo. Y mal que me pesó, pues pocos rufianes he visto tan majos y tan prestos a pasarlo bien y hacer pasarlo bien como nuestros amigos los Retrorrincos de Arroyo. 3 a 1 creo que ganaron los nuestros.
Seis héroes allende el Pisuerga pasaron para el honor de los Sanchos sostener:
Cartucho, el maestro; hábil y sabio en las suertes del rugby. Dice que más fácil es saltarlo que esquivarlo, mas creánme vuestras mercedes que ni lo uno ni lo otro es posible.
Fernando, veterano en mil batallas curtido y, como Ulises, fecundo en ardides. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Pues más sabe Fernando, mas no por viejo sino por diablo.
Santiago, el noble y leal. Gran camarada, siempre fiable. De los que cuando la suerte se torna en contra quisiérades tener a la diestra, o a la siniestra, que tanto da: él procura por igual.
Quique, forjado de la materia de los dioses. Presto siempre a batirse en la brecha, do se reparten algo más que lisonjas, sin jamás desfallecer un ápice.
Tello, frío y duro como el acero. En la lucha, entiéndase, que en el trato es cálido y afable como pocos. Inexpugnable en la defensa y expugnador contumaz en el ataque.
Y este humilde cronista, que intenta llegar con su trova do no alcanza con sus hechos. Mas juzguen vuestras mercedes en qué arte anda más corto.
Me queda Mahoney el grande. Sancho no es, mas no duda en mudar gustoso a Sancho siempre que es menester. Sólo su generosidad y buena compañía sobrepujan su oficio en el campo.
Acabado el torneo con la victoria de OldVrac’s, llenáronse de regocijo los pechos porque se llenaron las tazas de generosos néctares que ricas viandas acompañaban. Célebres son los vinos destas tierras, que dicen que no hay caldo que les iguale, y bien abastecidos fuimos dellos para dar fe del dicho. Mas pocas palabras casan mejor que rugby y birra. Buenos galones de fresca y espumosa cerveza trasegáronse a conciencia mientras repartíanse trofeos, honores, buenas pláticas, risas, abrazos y promesas de volver a medir fuerzas en el campo del honor. Que sólo el Hacedor sabe cuándo a rendir cuentas nos llamará y hasta entonces no hay que desaprovechar ocasión de vivir, reír y gozar. Vale.